Daño Cerebral Adquirido: La vida sigue

Sentir parálisis parcial de alguna parte de nuestro cuerpo, perder movilidad, sensibilidad o fuerza son con frecuencia secuelas del daño cerebral adquirido. El daño cerebral adquirido es una lesión producida por la falta de flujo sanguíneo en una zona determinada del cerebro que afecta principalmente al Sistema Nervioso Central; limitando en ocasiones, la sensibilidad y el movimiento de la persona afectada.

 

 

 

En nuestro país, son muchos los casos de personas que sufren daño cerebral adquirido debido en gran parte a traumatismos craneoencefálicos ocasionados en accidentes de tráfico. Un mal golpe en la cabeza, un ictus cerebral o un tumor del Sistema Nervioso Central pueden dar lugar a este tipo de lesiones, cuyos síntomas (neurológicos, cardiorespiratorios o cutáneos entre otros) pueden manifestarse durante los primeros días o meses más tarde. Ante esta situación, la vida cotidiana de las personas que los sufren se ve sometida a cambios. Ya no solo por los directos referentes a la salud, sino además, por aquellos en relación con las actividades de la vida diaria. Ducharse, vestirse o usar transporte público se convierten en auténticas barreras físicas que impiden a los afectados mantener su autonomía e independencia personal.

En la mayoría de los casos de personas con daño cerebral, es necesaria una buena rehabilitación y atención social por parte de equipos especializados con el fin de una mejoría general de sus vidas. De esta forma, gran parte de las técnicas específicas de la rehabilitación se basan en conseguir realizar actividades de la vida diaria empleando productos de apoyo. Estos, facilitan las tareas de las personas que tengan limitación a la hora de emplear la fuerza, utilizar ambas manos o sujetar instrumentos. Productos de apoyo como la tabla para preparar alimentos están pensados para que las personas afectadas por daño cerebral conserven su autonomía y puedan pelar frutas, sujetar cazos o cortar el pan sin dificultad alguna.

Es importante promover la inclusión social de las personas con daño cerebral adquirido en su entorno y continuar con una rehabilitación adecuada para reducir los riesgos de pérdida de los progresos logrados. La vida sigue y los recursos sociales, materiales y personales de cada uno garantizan la autonomía de la persona y la atención de las situaciones de dependencia.

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